[ Ya hemos comenzado a reconstruir mi casa. Empezamos por el cuarto de mi hermano, donde se tiró un muro que se está rehaciendo con ladrillos.
Pensé en los ladrillos
de mi vida.
Lady Gaga dice que love is like a brick, you can built a house or sink a dead body.
Me río. Pensé en envolver ladrillos con mis cartas húmedas. Le dije a mi hermano que debíamos intervenir uno cada uno.
La felicitación de fin de año que mi madre pretende enviar a todos nuestros conocidos, comienza con "adiós al 2017, año de temores realizados y..." algo sobre las cosas que no se cumplen. Los sueños que se van, las esperanzas que no aterrizaron.
Miro la pared y el cemento. Ciertamente, me quedé con varios sueños desbaratados, esperanzas desechas. Planes frustrados, piezas de rompecabezas que no encajan. Sin embargo, mi casa no se cayó: hay que reparar, resanar.
Reconstruir.
A mi barco no le han entrado agua a los aparejos.
Considero que el 2017 fue un buen año. "Intervengo" un ladrillo, escribiendo algo sobre mi casa. Mi padre pinta otro. Quería llenar uno con las patitas de mis gatos, pero iba a ser mucho más complicado de lo que pensé en un principio.
He estado meditanto sobre los palimpsestos.
Con esta reconstrucción y el repentino re encuentro con las 50 cartas que he escrito en los últimos 6 años, un par de piezas se acomodaron en mí. Algo encontró su lugar, el punto de equilibrio; algo iluminó, invadió, se apaciguó.
No por tener los pedazos de regreso. En realidad, siempre estuvieron allí.
Estoy completa.
Hoy pienso en los ciclos. Los ciclos que comienzan con un baile y un animal de papel, y que terminan...
Terminan con una carta. Salvo en esta ocasión.
Hoy, agradezco a mis compañeros de vida, por haberme acompañado en ese momento de mi vida. Celebro las palabras, los actos, los que cuentan.
Planto un ladrillo en algún lugar de esta pared. Hoy, replanteo todos los procesos, la ecuación, el experimento, sabiendo que fuiste el compañero de mi vida perfecto para este momento de mi vida. Que contigo encontré la paz, sin evitar la vida.
Un día podré escribir (te/me/nos) cuánto me crecí con este pasado.
Adiós 2017.
Año en que me convertí, oficialmente, en física. Año de mi primer publicación, de escuchar mi voz, de aprender a despedirme; año de resignificación; año de distancia, de bailar.
"Ir y venir, seguir y guiar, dar y tener,
entrar y salir de fase"
Año de seguir mis deseos.
[Chingue su madre el miedo.
Me visto de azul, de amarillo. Bailo Yemayá, como las olas, como la espuma golpeando contra el acantilado; me hundo en la arena y sigo bailando. Ya no más enjaular este océano; al diablo las paredes y las voces, que se hundan las piedras y se ahoguen las expectativas. Soltar, dejar ir, pero amar.
A M A R
Todomenosmiedo.
La vida es mía pero
el corazón es tuyo.]
Mostrando entradas con la etiqueta Srita. Entropía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Srita. Entropía. Mostrar todas las entradas
domingo, 24 de diciembre de 2017
Ciclos
Variables Complejas
Los años pasan,
Nosotros los físicos,
Qué cursi es uno a veces,
Srita. Entropía,
Variable aleatoria
viernes, 22 de diciembre de 2017
Espuma y arrecife
[ Me quedé en el suspenso de la orilla, en ese salto entre un sí y un no.
Quisiera seguir no evitando la vida contigo.
Me encontré a mi misma bailando esta canción, a media luz, con el humo azul y blanco del cigarro flotando alrededor de mi cabeza, con los pies descalzos. Olvidé el mundo y el tiempo se me fue entre los tobillos. Alguien gritaba mi nombre, alguien quería regresarme al sistema de referencia donde tu ausencia me pesa.
Floto. Me quedé con un lunar desaparecido de tu mano en un rincón de mi boca, en una esquina de mi mente.
Eric me dice que a veces hay cosas que sólo pueden decirse con una rola.
Extraño habitar nuestro silencio. Que habites el mío, habitar el tuyo.
Más que aprender de mi o de ti, me aprendí en ti.
Gracias, siempre, por ello.]
Variables Complejas
Cantamos o nos callamos,
Qué cursi es uno a veces,
Srita. Entropía,
Variable compleja
jueves, 7 de diciembre de 2017
[]... Es una decisión
De las buenas.
De las que te hacen escribir, como Shakira, más de cien canciones.
De las que te hacen desafiar las leyes de la física: primera ley de la termodinámica, la ecuación del calor, las leyes del movimiento y la pérdida del ímpetu.
De las que te hacen querer bailar más.
Virginia Woolf decía que esta acción nos separa de los demás.
Pero es mi decisión.
Y aunque desearía compartirla contigo...
[ Elijo también el silencio. Adiós adiós. Y gracias.
Porque estas decisiones son las que valen la pena.
Y qué - no hay adjetivos para decribirlo -
que lo haya elegido
(que te haya elegido)]
De las que te hacen escribir, como Shakira, más de cien canciones.
De las que te hacen desafiar las leyes de la física: primera ley de la termodinámica, la ecuación del calor, las leyes del movimiento y la pérdida del ímpetu.
De las que te hacen querer bailar más.
Virginia Woolf decía que esta acción nos separa de los demás.
Pero es mi decisión.
Y aunque desearía compartirla contigo...
[ Elijo también el silencio. Adiós adiós. Y gracias.
Porque estas decisiones son las que valen la pena.
Y qué - no hay adjetivos para decribirlo -
que lo haya elegido
(que te haya elegido)]
lunes, 27 de noviembre de 2017
No me voy a morir
O sí, y a la chingada.
Entiérrenme debajo de un montón de flores, esparzan mis cenizas en el mar, en un huerto de estrellitas: que se confundan con la arena en el desierto, o con la tierra del Audiorama. Escóndalas entre las páginas de un millón de libros, en las esquinas de las mejores taquerías, o entre el serrín de hartas pulquerías.
Pongan música bonita en mi funeral: que todos bailen y coman. Que haya mezcal, salsa cubana, guacamole, swing, mojitos y cha cha chá. (Pero, por favor, nada de indio ni Stella, ni una sola canción de Maluma...)
Que haya poemas, una recopilación de mis cartas de amor;
un PUTERO
de lágrimas.
Un CHINGO
de risas.
O sí, y el papel se va a incendiar, el agua se evaporará.
Habrá retortijones de tripas, silencios descontados. Una pista de baile oscura y repleta; rincones invadidos de rencor irresuelto, de alegría consumida, de recuerdos en común. Cosas rotas en pedazos, otras buscando su mitad.
Si me entierran, que no sea a perpetuidad. De preferencia, en el tercer atrave. Dejen que mi tumba la visiten los gatos.
Planten amapolas o una jacaranda con los restos de mi cuerpo. Quemen todo lo que escribí (excepto las cosas buenas) y dancen alrededor de ellas. Repasen esas páginas repletas de sus nombres. Pinten de blanco la pared donde pongo la altura de la gente a la que quiero.
(No. Mejor eso no. Sólo
borren algunos).
El día de muertos póngame un caballito con Tepextate, pan - de preferencia de pueblo - y sal de mar.
No le enseñen a nadie mis FanFics de los caballeros del zodíaco; mis pajaros de papel; mis chistes personales; mis onomatopeyas y gemidos.
No me voy a morir,
o sí
y qué
"Morir también es ley de vida".
Así que, ya estoy organizando mi funeral:
Saldré a recorrer las calles, a enseñarle a nadar a mis alegrías en pulque, mezcal y chela: comeré por los buenos tiempos, bailaré sobre y debajo de la banqueta, desdibujando las noches que pasamos juntos. Me arrancaré el cabello y dejaré extinguir mi sonrisa hasta que llegue la madrugada y conjure todo lo aprendido, espantando a la nostalgia. Contaré la historia desde tu punto de vista, desde el mío: al diablo la objetividad y la subjetividad. Cerraré el libro, lo morderé, lo llenaré de lágrimas y correré la tinta de los recuerdos y las angustias, de los deseos y las esperanzas.
Me voy a morir,
a la chingada.
Y qué
Cuando lo haga, quiero que sepas que fue por ti.
Por el puro pretexto de organizar una fiesta tan buena, un homenaje; por la genialidad de los duelos, que traen consigo...
[Hartas cosas buenas]
A eso vine al mundo: amar y morir.
Entiérrenme debajo de un montón de flores, esparzan mis cenizas en el mar, en un huerto de estrellitas: que se confundan con la arena en el desierto, o con la tierra del Audiorama. Escóndalas entre las páginas de un millón de libros, en las esquinas de las mejores taquerías, o entre el serrín de hartas pulquerías.
Pongan música bonita en mi funeral: que todos bailen y coman. Que haya mezcal, salsa cubana, guacamole, swing, mojitos y cha cha chá. (Pero, por favor, nada de indio ni Stella, ni una sola canción de Maluma...)
Que haya poemas, una recopilación de mis cartas de amor;
un PUTERO
de lágrimas.
Un CHINGO
de risas.
O sí, y el papel se va a incendiar, el agua se evaporará.
Habrá retortijones de tripas, silencios descontados. Una pista de baile oscura y repleta; rincones invadidos de rencor irresuelto, de alegría consumida, de recuerdos en común. Cosas rotas en pedazos, otras buscando su mitad.
Si me entierran, que no sea a perpetuidad. De preferencia, en el tercer atrave. Dejen que mi tumba la visiten los gatos.
Planten amapolas o una jacaranda con los restos de mi cuerpo. Quemen todo lo que escribí (excepto las cosas buenas) y dancen alrededor de ellas. Repasen esas páginas repletas de sus nombres. Pinten de blanco la pared donde pongo la altura de la gente a la que quiero.
(No. Mejor eso no. Sólo
borren algunos).
El día de muertos póngame un caballito con Tepextate, pan - de preferencia de pueblo - y sal de mar.
No le enseñen a nadie mis FanFics de los caballeros del zodíaco; mis pajaros de papel; mis chistes personales; mis onomatopeyas y gemidos.
No me voy a morir,
o sí
y qué
"Morir también es ley de vida".
Así que, ya estoy organizando mi funeral:
Saldré a recorrer las calles, a enseñarle a nadar a mis alegrías en pulque, mezcal y chela: comeré por los buenos tiempos, bailaré sobre y debajo de la banqueta, desdibujando las noches que pasamos juntos. Me arrancaré el cabello y dejaré extinguir mi sonrisa hasta que llegue la madrugada y conjure todo lo aprendido, espantando a la nostalgia. Contaré la historia desde tu punto de vista, desde el mío: al diablo la objetividad y la subjetividad. Cerraré el libro, lo morderé, lo llenaré de lágrimas y correré la tinta de los recuerdos y las angustias, de los deseos y las esperanzas.
Me voy a morir,
a la chingada.
Y qué
Cuando lo haga, quiero que sepas que fue por ti.
Por el puro pretexto de organizar una fiesta tan buena, un homenaje; por la genialidad de los duelos, que traen consigo...
[Hartas cosas buenas]
A eso vine al mundo: amar y morir.
Variables Complejas
Lánzame los platos baby,
Srita. Entropía,
Tanathos
miércoles, 22 de noviembre de 2017
La rumba no se aprende en 7 días
"La perfección se encuentra en el momento que recuerdas las historias de tu vida con el corazón"
Pa-pa-paU-pa-PA
Una vez me preguntaste si, como los gatos, bailaba cuando no había nadie cerca para verme.
Sonreí, pero nunca te conté qué canción bailo cuando estoy sola.
He estado preguntando a mis cómplices en el baile qué adjetivos se pondrían como bailarines, y qué adjetivos le pondrían a su baile. "Sonriente, coqueto, apasionada, incompleto".
"Libre".
"Regocijante (osease bien rifado)".
Yirat dice "si lo dudas, pierde lo sabroso". Se me va el paso, pierdo la cuenta; ya no sé si estoy yendo a tiempo. En los tornillos de hombre, me confundo con las pausas, mi cadera me traiciona. En la cumbia, no entiendo dónde poner la fuerza en los brazos. En el swing, me tropiezo con mis propios pies. En las ruedas de salsa hay tantos pasos que no conozco y que no sé cómo ejecutar. Me estrello con el que sigue, ya no llego a tiempo al dile que no.
Dile-que-no.
Como al escribir, busco mi voz en el baile, mi "estilo", mi propio mambo y los swibles. Sé cuáles quiero que sean mis adjetivos, aunque creo que todavía estoy muy lejos de ellos.
Mel me preguntó si a caso le tenía tanto miedo a mi propio cuerpo. Con tristeza, pensé que uno de mis adjetivos es "cobarde".
Pensé en el riesgo, la dificultad. El peligro.
- Cohibida. Rifada. Ñoña. Pasiva. Leechasmuchasganas. -
Me pregunté por qué era más fácil apropiarme de tus adjetivos que buscar - construir - los míos. Volví a mirarte hacia arriba, a sentir ese flaqueo - y oh no, por favor, no en la vuelta, no cuando estoy más vulnerable -.
Virginia Woolf solía decir que las miradas de los otros son nuestras prisiones, sus pensamientos nuestra jaula.
Me embarga la tristeza de pensar que lo único que construimos juntos fueron barrotes.
Una enorme jaula para pájaros.
(¿O para gatos?)
[Ella no sabe de calle
Pero le parte pa’rriba
Porque en la calle está lo único
Que le devuelve la vida]
Me sacudí el fracaso (¿fracaso?) de la falda; espanté el aturdimiento de mis hombros y rodillas. Aflojé los brazos, relajé la cintura, solté mi cadera.
Me quité los lentes, los zapatos.
Lo cierto es que, para bien o mal, nunca empecé a bailar por ti.
Lo que es aún más cierto hoy, es que ya no bailo (ni bailaré) por ti. Elijo escapar de esta jaula.
Ser libre como el viento. Deslizarme entre los barrotes. Para eso enflaqué.
Un pie aquí, el otro allá. Ojos cerrados. A tiempo. A CONTRA tiempo. Improvisa improvisa. Risas. Soltura, aquí, allá. Ir y venir como las olas, mover los hombros, la cadera, la cintura. Mover todo lo que no sabía que podía mover. Bailar
Mel se ríe, lo escucho. Se levanta y me acompaña. Al principio no nos tocamos: bailamos frente a frente. Adorno-de-tres, Columbia. Ca-CHÁ y ¡vacuna! Después de tres, nos iremos juntos a casa.
(No confío en la gente que no sonríe cuando baila)
Pese a que no puedo verlo bien, adivino su fuerza, su presencia confrontadora y a la vez...
Déjate querer, pa' que tú veas que se goza.
Papi I y ¡wow! No sabía que podía hacer eso. No tenía idea de cuántas cosas caben en los compases de una canción, de todo lo que puede hacer mi cuerpo con los demás instrumentos, de cómo se puede jugar con la voz.
(O si la tenía, pero elegía no hacerlo...)
[De pronto es Eric, retándome a bachatear;
es Oscar, sonriéndome TODO el tiempo, enseñándome a brincar en la cumbia;
es Sofi, ayudándome con las vueltas, con la soltura;
es Carlos, mostrándome qué significa la conexión,
es Montse, invitándome a guiar y ser guiada;
es Arturo, ayudándome a practicar;
Es Quique, que dijo "ya estás bailando" y me enseñó aéreos;
es Sebastián, que con un solo brazo nos hace pasarla bien,
Es Lía, es Majo, es Marian, Lorena, inspirándome;
Es Roberto, es Azael, y jugamos;
Es Alex diciendo "uno nunca tendría que pedir perdón al bailar"
y me deja pisarlo.]
[ Eres tú.
ERAS tú.
Diciendo "esta vuelta se llama el beso", y al final de la vuelta...
Eras tú, en el tercer escalón, en lo alto de la escalera.
Cuánto te quise...]
Chai y yo hablábamos de que bailar también a veces es un diálogo.
Qué bonito ha sido entablar estas conversaciones.
(Gracias, finalmente).
Por fin, nuestras manos se buscan. Me atrevo, ¡no! me decido a guiarlo. Es una canción de swing y nos reímos (siempre nos reímos). Aunque no vea, mi mano siempre encuentra la suya: nos adivinamos en el movimiento y la risa. La conexión es este intercambio sin palabras, sin miradas.
Con todo, menos miedo.
Aquí, ahora, en esta música, en este lugar, en esta vida...
Elijo aprender, antes que fracasar.
Aprendí mucho de ti.
Así que, ahí van mis pies. Y los dejaré ir. Dejaré ir mis brazos, la cintura, mi cuello, las piernas, la mirada, la sonrisa.
No olvidaré porque fue que esperé tanto.
Mel me pisa. Nos reímos.
Siempre nos reímos.
Pa-pa-paU-pa-PA
Una vez me preguntaste si, como los gatos, bailaba cuando no había nadie cerca para verme.
Sonreí, pero nunca te conté qué canción bailo cuando estoy sola.
He estado preguntando a mis cómplices en el baile qué adjetivos se pondrían como bailarines, y qué adjetivos le pondrían a su baile. "Sonriente, coqueto, apasionada, incompleto".
"Libre".
"Regocijante (osease bien rifado)".
[Lo sé]
Dile-que-no.
[Tantas veces dijiste que no]
Como al escribir, busco mi voz en el baile, mi "estilo", mi propio mambo y los swibles. Sé cuáles quiero que sean mis adjetivos, aunque creo que todavía estoy muy lejos de ellos.
Mel me preguntó si a caso le tenía tanto miedo a mi propio cuerpo. Con tristeza, pensé que uno de mis adjetivos es "cobarde".
Pensé en el riesgo, la dificultad. El peligro.
[Pero, ya no estoy en las gradas del deportivo de Texcoco,
esperando.
No estoy en el salón la Marakita, ni en el pasillo del Tlahuiz,
esperando]
- Cohibida. Rifada. Ñoña. Pasiva. Leechasmuchasganas. -
Me pregunté por qué era más fácil apropiarme de tus adjetivos que buscar - construir - los míos. Volví a mirarte hacia arriba, a sentir ese flaqueo - y oh no, por favor, no en la vuelta, no cuando estoy más vulnerable -.
Virginia Woolf solía decir que las miradas de los otros son nuestras prisiones, sus pensamientos nuestra jaula.
Me embarga la tristeza de pensar que lo único que construimos juntos fueron barrotes.
Una enorme jaula para pájaros.
(¿O para gatos?)
[Ella no sabe de calle
Pero le parte pa’rriba
Porque en la calle está lo único
Que le devuelve la vida]
Me sacudí el fracaso (¿fracaso?) de la falda; espanté el aturdimiento de mis hombros y rodillas. Aflojé los brazos, relajé la cintura, solté mi cadera.
Me quité los lentes, los zapatos.
Lo que es aún más cierto hoy, es que ya no bailo (ni bailaré) por ti. Elijo escapar de esta jaula.
Ser libre como el viento. Deslizarme entre los barrotes. Para eso enflaqué.
Un pie aquí, el otro allá. Ojos cerrados. A tiempo. A CONTRA tiempo. Improvisa improvisa. Risas. Soltura, aquí, allá. Ir y venir como las olas, mover los hombros, la cadera, la cintura. Mover todo lo que no sabía que podía mover. Bailar
BAILAR.
Mel se ríe, lo escucho. Se levanta y me acompaña. Al principio no nos tocamos: bailamos frente a frente. Adorno-de-tres, Columbia. Ca-CHÁ y ¡vacuna! Después de tres, nos iremos juntos a casa.
(No confío en la gente que no sonríe cuando baila)
Pese a que no puedo verlo bien, adivino su fuerza, su presencia confrontadora y a la vez...
Déjate querer, pa' que tú veas que se goza.
Papi I y ¡wow! No sabía que podía hacer eso. No tenía idea de cuántas cosas caben en los compases de una canción, de todo lo que puede hacer mi cuerpo con los demás instrumentos, de cómo se puede jugar con la voz.
(O si la tenía, pero elegía no hacerlo...)
[De pronto es Eric, retándome a bachatear;
es Oscar, sonriéndome TODO el tiempo, enseñándome a brincar en la cumbia;
es Sofi, ayudándome con las vueltas, con la soltura;
es Carlos, mostrándome qué significa la conexión,
es Montse, invitándome a guiar y ser guiada;
es Arturo, ayudándome a practicar;
Es Quique, que dijo "ya estás bailando" y me enseñó aéreos;
es Sebastián, que con un solo brazo nos hace pasarla bien,
Es Lía, es Majo, es Marian, Lorena, inspirándome;
Es Roberto, es Azael, y jugamos;
Es Alex diciendo "uno nunca tendría que pedir perdón al bailar"
y me deja pisarlo.]
[ Eres tú.
ERAS tú.
Diciendo "esta vuelta se llama el beso", y al final de la vuelta...
Eras tú, en el tercer escalón, en lo alto de la escalera.
Cuánto te quise...]
Chai y yo hablábamos de que bailar también a veces es un diálogo.
Qué bonito ha sido entablar estas conversaciones.
(Gracias, finalmente).
Por fin, nuestras manos se buscan. Me atrevo, ¡no! me decido a guiarlo. Es una canción de swing y nos reímos (siempre nos reímos). Aunque no vea, mi mano siempre encuentra la suya: nos adivinamos en el movimiento y la risa. La conexión es este intercambio sin palabras, sin miradas.
Con todo, menos miedo.
Aquí, ahora, en esta música, en este lugar, en esta vida...
Elijo aprender, antes que fracasar.
Aprendí mucho de ti.
Así que, ahí van mis pies. Y los dejaré ir. Dejaré ir mis brazos, la cintura, mi cuello, las piernas, la mirada, la sonrisa.
No olvidaré porque fue que esperé tanto.
Mel me pisa. Nos reímos.
Siempre nos reímos.
Variables Complejas
Cantamos o nos callamos,
Lánzame los platos baby,
Los años pasan,
Srita. Entropía,
Variable compleja
jueves, 21 de septiembre de 2017
El movimiento.
En cierta ocasión, un periodista preguntó a Jean Cocteau:¿Qué voy a recuperar de los escombros?
“¿Señor Cocteau, si alguna vez se quemara el Museo del Louvre, usted qué salvaría?”, a lo que éste respondió sin dudar:
“El fuego”.
De por debajo
de este movimiento
torio.
pi
Tre da
Me llevaría
el temblor de mis manos,
las grietas de mi corazón,
las paredes desplomadas de mi cabeza
ante tu abrazo.
Variables Complejas
Escrito en la esquina de mis apuntesde cálculo,
Qué cursi es uno a veces,
Srita. Entropía
domingo, 17 de septiembre de 2017
El Mu
Mu.
Adjetivo.
1. Onomatopeya habitual para referirse al mugido de la vaca.
2. Sobrecogimiento (ENCOGIMIENTO) que experimenta Majo al intentar algo de lo que no está segura.
[3. Sacudetelo no sirve para nada si acaso para la conservación de la vida en situaciones de riesgo de muerte]
A menudo, cuando no puedo hablar, lloro. Mi cabeza se vuelve un estropicio, las piernas y el cuerpo me tiemblan. Pero las palabras no abandonan las articulaciones de mis labios. Se arrojan, impotentes, incompletas, del borde de mis ojos.
A veces me encojo. Me hago muy muy pequeña.
A eso le llamo el mu.
Conforme he intentado explicarlo, más me encuentro con aspectos de su definición que me ayudan a intentar resignificarlo. Aunque no es fácil combatir ese empequeñecimiento.
El mu es eso que me paraliza cuando me enfrento al rechazo. En análisis, he descubierto que tengo un problema para afrontar el rechazo de cualquier especie. No es demasiado sorprendente: lo vengo arrastrando desde la primaria. No logré procesarlo tras ese "ya no me siento enamorado", y en casa -donde ... quisiera sentirme menos rechazada - lo hallo en expresiones como "sólo es un baile", en comentarios despectivos por parte de mis padres hacia mis gustos, mis preferencias. Fuera, lo miro de frente cuando alguien dice -en tono reprobatorio- "es que eres muy intensa".
El mu, es el estado en el que no me es posible hablar. Y no sólo de algo importante. El mu es la sensación de los fines de semana por la mañana, cuando nunca hablo de dónde estuve y qué hice. Qué vi con mis amigos, qué sentí, qué experimenté.
El mu lleva enredado ese "ah, qué estúpida" de mi padre en una madrugada, eso que mi madre vuelca sobre mí, sin dejarme espacio para explicar nada. Ese tono tajante y absoluto de mi hermano, que supongo le aprendió a ella, como si lo supieran todo.
Lo terrible es que el mu se traslada a no decir otras cosas, unas que tienen consecuencias más serias. Ahora, a veces creo que la única forma de hablar con mis padres son esas agotadoras -estúpidas- rutinas de interrogación -sin respuestas- donde preguntan "¿por qué no hablas?".
"Te recomiendo hablar de eso en análisis".
Siempre hablo en análisis. Allí, echada en el diván, escuchando los carraspeos de mi psicoanalista, pendiente de sus intervenciones y de mis lapsus es probablmente el único lugar donde hablo. Describo las sesnsaciones, los olores, la experiencia de la música, mis sentimientos y mis debilidades. Descifro mis puntos débiles. Encuentro los puntos fuertes, los puntos de inflexión. Los puntos que se conectan, los que nunca lo hicieron y los que no pensé tendrían relación.
Así, después de hablar en análisis, encuentro que el mu es esa precipitación de emociones cuando me acerco -sola o no- a una pista de baile. Una vocecita en algún sitio susurra ese "no lo estás haciendo bien", y con eso viene el miedo.
Me han dicho que no me definen las personas que no me han amado. Y, probablemente, tampoco las que lo han hecho.
Todavía estoy aprendiendo que la única opinión que importa sobre mí es la mía, y que la responsabilidad de construirla, en actos y actitudes, es únicamente mía.
El mu es, más que un mecanismo de defensa, una expresión de autosaboteo. El mu es cuando permito que las palabras de otros sobre mí, me definan, me aplasten. Pero lo más triste, es que el mu ha sido la apropiación de esos juicios.
No obstante, poco a poco voy desarrollando caminos para combatirlo: bailar rumba fue una de las primeras. Desafiar esos prejuicios por mi cuerpo y mis movimientos, eliminarlos a medida que aprendí a mover la cadera y los brazos, a soltarme. Seguir bailando swing y salsa, y dejarme ir. Cerrar los oídos a esas voces que me nublan la cabeza y hacen que me tropiece con mis propios pies.
Dejar la espectroscopía para dedicarme a la microfluídica y la neurología: algo completamente nuevo y desconocido para mí. Aceptar un reto y todo el proceso que conlleva. Quedarme.
Ignoré el mu todas y cada una de las veces que me atreví a acercarme. Lo situé en otra parte del universo, y de mi misma, el día que me animé a leer un poema en público. Porque hubo una voz, por encima de todas las demás, que bastó para convencer a la mía de decir las cosas que importan.
No digo que tengo la razón sobre todas las cosas. A veces, no se trata de tener razón. Se trata de reconocer quién es el otro, y qué es lo que lo hace. Cuando trato de hacer el ejercicio de hablar, encuentro algo curioso: la gente exige comunicación, que las cosas sean dichas, pero, cuando se las dicen, la primer reacción es la defensa, o el ataque. Realmente no practicamos el dejar al otro hablar. Tampoco escuchamos.
Eso me gusta de ir a análisis. He aprendido mucho sobre escuchar, y hablar. Intento ponerlo en práctica en mis relaciones. Y antes de responder, pienso en mi madre.
A veces creemos que entendemos algo porque hemos recorrido un camino más largo que el otro, aunque en realidad, solamente ha sido un camino distinto. Lo bonito es compartir los aprendizajes de ese camino, las experiencias que no han llevado a ser quienes somos, y cómo somos.
Empecé a entender qué es el mu y combatirlo -curiosamente- porque un día, alguien me dio la oportunidad de hacer exactamente eso: compartir lo que es verdad en mí. No hubo juicios, no hubo reprobación. No hubo indicaciones ni palabras tajantes. Hubo un espacio en el tiempo, una hoja en blanco que llenar como yo quise.
El mu son los prejuicios que tengo sobre mí misma, y que me cuesta, después de tantos años, deshacer.
El mu soy yo, incapaz de defenderme. Opto por asumir, simplemente, que lo que dicen de mí es verdad, y por tanto, debo actuar en consecuencia.
[El mu nunca está una vez que empiezo a bailar swing o salsa y ya no hay quien me pare. El mu nunca está cuando escribo, dejando fluir el océano que hay mi. El mu no está en el espacio entre las olas y la distancia de la orilla a lo más profundo del océano; no está en los ronroneos de mis gatos, en los escombros y los cimientos de mis experimentos; no está en la risa compartida, en el llanto seguro, en las cosas leídas en voz baja y en voz alta; el mu no está en mis actos de solidaridad, en abrazar, en besar; el mu no está cuando encuentro sus ojos y busco su mano, en las cartas escritas; el mu no está en las horas de espera y en los silencios. No está cuando me vulnero, cuando abro mi mente, mis latidos, mis manos, mis ojos. ]
“The eyes of others our prisons;
their thoughts our cages.”
Virginia Woolf
Variables Complejas
Lánzame los platos baby,
Psicoanálisis,
Srita. Entropía,
Sunday Morning,
Variable compleja
lunes, 21 de agosto de 2017
Give me more funk
¿Fue en agosto? Me parecía más noviembre, pero puede que haya sido octubre.
La "conexión" contigo me resultaba confusa: pensé que, como yo, estabas aprendiendo, aunque claramente me llevabas cierta ventaja,
Ruchi dijo que eras guapo y tú te reíste nerviosamente. No me fijé con detenimiento, pero me gustaron los ojos detrás de tus lentes. Me quedé con un retazo de tu voz en alguna parte de mi mente.
Lo que sí, es que esa conexión fue... Intrigante.
Volví a encontrarte dando clases junto a rectoría (¿fue eso en febrero?). Quise lucirme un poco bailando contigo: quedé en ridículo ante mi evidente falta de práctica. Por no mencionar mi natural torpeza. Me gustó tú clase. Seguía intrigada por tu forma de conectar: por esa mirada que nunca retiras y, sobre todo, porque no sonreías al bailar.
Después de eso vino un "¿quieres bailar?" con tu bigote de Charles Chaplin. Estoy segura que eso fue mucho después, en abril. Me sacaste a bailar más de una vez. Me saludaste como si lleváramos más tiempo conociéndonos. Bailamos. Me dejaste tu sombrero, junto con esa traviesa sonrisa que, para ese entonces, ya me tenía deformando tiempo y espacio.
Desde febrero, yo tenía la intención de sacar a bailar a alguien más. En una multitud de gente,con dos de mis previas elecciones "a la mano", te encontré a ti: y no te estaba buscando.
Semana santa (en abril también, creo): mis nervios y mis fantasías truqueando los dobleces del conejo de papel que le asocié a tu sombrero. Nos encontramos una noche que - para variar - no esperaba verte. Bailamos. Esa vez dijiste las palabras mágicas:
"Uno no debería pedir perdón cuando está bailando..."
[Baila conmigo esta noche
así como lo hiciste UNA VEZ]
Compartimos una cerveza y entraste al laberinto de mi cabeza, llevando contigo una madeja. Vinieron las citas después de la clase de swing en rectoría: una chela con la promesa de otra. Te devolví el sombrero. Quise develar los secretos de tu seguridad, de esa sonrisa que no se parecía en nada a la que había visto en (¿habrá sido septiembre?).
Ya no quería un simple recuerdo.
Recuerdo que fueron tres veces. Una exprés, una segunda donde te conté la historia del barquito de papel (y supe que esto no tenía vuelta de hoja), y una tercera donde bailamos. Me acompañaste al metro. No queríamos despedirnos. Ya no sabía de qué se trataba - si se trataba de algo - cada que bailábamos swing, cada que habláblamos, que nos buscábamos. Me llevaste al cine, apenas si me tocaste de forma discreta las piernas.
Eso sí lo recuerdo muy bien: 20 de mayo. Más por que tú lo recordabas mejor que yo.
Ahora ya es agosto.
Ya nos hemos besado, tomado de la mano: encontrado a oscuras en el cine, empapados bajo la lluvia en insurgentes, fríos y adormilados en una tienda de campaña en Tepoztlán. Nos hemos leído mutuamente, hemos jugado ajedrez y nos hemos tirado a contemplar el pasto. Te he visto tocar el bajo mientras juegas con tus pies. Empiezo a explorar los tonos de travesura de tus ojos, a sacarle las líneas espectrales de los niveles de excitación de todos tus átomos cuando bailas, cuando hablas de lo que te gusta, cuando te emocionas, cuando te excitas, pero también cuando estás serio y distante.
Junio y julio se me han ido entre tus lunares, entre tus huesos. En el misterio de por qué no eras lo que estaba buscando y ahora....
Eres todo lo que busco en mí. Y no lo entiendo.
(Emocionados como niños
sonriendo olvidando todo
eras el dueño de la pista
los dos estábamos PERDIDOS)
No creo que tú estuvieras perdido.
Yo sí lo estaba.
Aunque ahora, contigo, creo que nunca lo estuve.
La "conexión" contigo me resultaba confusa: pensé que, como yo, estabas aprendiendo, aunque claramente me llevabas cierta ventaja,
Ruchi dijo que eras guapo y tú te reíste nerviosamente. No me fijé con detenimiento, pero me gustaron los ojos detrás de tus lentes. Me quedé con un retazo de tu voz en alguna parte de mi mente.
Lo que sí, es que esa conexión fue... Intrigante.
Volví a encontrarte dando clases junto a rectoría (¿fue eso en febrero?). Quise lucirme un poco bailando contigo: quedé en ridículo ante mi evidente falta de práctica. Por no mencionar mi natural torpeza. Me gustó tú clase. Seguía intrigada por tu forma de conectar: por esa mirada que nunca retiras y, sobre todo, porque no sonreías al bailar.
Después de eso vino un "¿quieres bailar?" con tu bigote de Charles Chaplin. Estoy segura que eso fue mucho después, en abril. Me sacaste a bailar más de una vez. Me saludaste como si lleváramos más tiempo conociéndonos. Bailamos. Me dejaste tu sombrero, junto con esa traviesa sonrisa que, para ese entonces, ya me tenía deformando tiempo y espacio.
Desde febrero, yo tenía la intención de sacar a bailar a alguien más. En una multitud de gente,con dos de mis previas elecciones "a la mano", te encontré a ti: y no te estaba buscando.
Semana santa (en abril también, creo): mis nervios y mis fantasías truqueando los dobleces del conejo de papel que le asocié a tu sombrero. Nos encontramos una noche que - para variar - no esperaba verte. Bailamos. Esa vez dijiste las palabras mágicas:
"Uno no debería pedir perdón cuando está bailando..."
[Baila conmigo esta noche
así como lo hiciste UNA VEZ]
Compartimos una cerveza y entraste al laberinto de mi cabeza, llevando contigo una madeja. Vinieron las citas después de la clase de swing en rectoría: una chela con la promesa de otra. Te devolví el sombrero. Quise develar los secretos de tu seguridad, de esa sonrisa que no se parecía en nada a la que había visto en (¿habrá sido septiembre?).
Ya no quería un simple recuerdo.
Recuerdo que fueron tres veces. Una exprés, una segunda donde te conté la historia del barquito de papel (y supe que esto no tenía vuelta de hoja), y una tercera donde bailamos. Me acompañaste al metro. No queríamos despedirnos. Ya no sabía de qué se trataba - si se trataba de algo - cada que bailábamos swing, cada que habláblamos, que nos buscábamos. Me llevaste al cine, apenas si me tocaste de forma discreta las piernas.
Eso sí lo recuerdo muy bien: 20 de mayo. Más por que tú lo recordabas mejor que yo.
Ahora ya es agosto.
Ya nos hemos besado, tomado de la mano: encontrado a oscuras en el cine, empapados bajo la lluvia en insurgentes, fríos y adormilados en una tienda de campaña en Tepoztlán. Nos hemos leído mutuamente, hemos jugado ajedrez y nos hemos tirado a contemplar el pasto. Te he visto tocar el bajo mientras juegas con tus pies. Empiezo a explorar los tonos de travesura de tus ojos, a sacarle las líneas espectrales de los niveles de excitación de todos tus átomos cuando bailas, cuando hablas de lo que te gusta, cuando te emocionas, cuando te excitas, pero también cuando estás serio y distante.
Junio y julio se me han ido entre tus lunares, entre tus huesos. En el misterio de por qué no eras lo que estaba buscando y ahora....
Eres todo lo que busco en mí. Y no lo entiendo.
(Emocionados como niños
sonriendo olvidando todo
eras el dueño de la pista
los dos estábamos PERDIDOS)
No creo que tú estuvieras perdido.
Yo sí lo estaba.
Aunque ahora, contigo, creo que nunca lo estuve.
Variables Complejas
Qué cursi es uno a veces,
Srita. Entropía,
Variable aleatoria
sábado, 14 de enero de 2017
¿Es un gran cepillo de dientes... o sólo un cepillo de dientes?
Ante cualquier clase de rompimiento hay una serie de ceremonias que uno debe llevar a cabo para poder sanar. Estas ceremonias tienen como objeto llenar huecos de la ausencia, aminorar el dolor y fomentar un proceso de despedida, un duelo que uno tiene que elaborar.
Pero allí estaba ese estúpido cepillo de dientes: haciéndole la vida difícil, guardado en su bolsa de maquillaje, resguardado en el baño.
Tenía muy claro cómo juntar sus calcetines, los lentes de sol, el chaleco que le había prestado e incluso un porta-vasos que le había traído de Irlanda. Todo estaba ya en un mismo lugar, listo para ser devuelto a su dueño.
Aún no tiro tu cepillo de dientes.
Nudo en la garganta, nudos en el estómagos. Nudos en la cabeza.
Yo tampoco.
Hay algo muy curioso en esos objetos que dejamos ocupen un lugar en nuestra vida. Un cepillo de dientes representa todas las noches en que se quedó contigo, en que te quedaste con él. También era parte de una ceremonia: porque te lavabas los dientes antes de darle el beso de los buenos días. Era azul, uno de tus colores favoritos, y pensaste en recuperarlo - pedírselo de vuelta - porque era un buen cepillo, y podías aprovecharlo para otro lugar.
Vas a buscar su cepillo de dientes - que es verde - al baño, y de pronto caen sobre ti todos los recuerdos, toda la nostalgia, ambos inmisericordes. Despiadados, no dejan de darte punzadas y retortijones en el estómago y el corazón.
Una mañana te levantaste a buscarlo en el sillón donde solía dormir cuando se quedaba aquí: pero él no estaba. Te acostaste a llorar su ausencia, la falta de sus brazos, en los que llegaste a refugiarte los últimos días, cuando empezó a quedarse un poco más. Hasta que fueras a acostarte un ratito con él.
Es muy difícil hacerse a la idea de que no volverás a dormir con alguien. Puede que para ti sea lo más complicado de aceptar.
Aquí está el cepillo de dientes. Lo miras. Podrías tirarlo a la basura - lo cual parece muy violento -, utilizarlo para limpiar otras cosas. Pero no parece muy justo. Sacarlo de su contexto no parece lo más correcto ni lo más lógico.
Es como si ese cepillo de dientes tuviera un pedacito de él: uno mucho más grande y significativo que los lentes de sol, el chaleco o los calcetines. Todo eso era prestado.
El cepillo representa una esperanza, un lugar, una espera. Una posibilidad.
El cepillo de dientes es casi una parte de él: a la que le abriste las puertas de tu casa, de tu cuarto, para dejarlo escabullirse entre tus sábanas, entre tus piernas, y - a la larga - en tu mente y tu corazón. Le diste un cepillo de dientes como parte de las comodidades que cualquier persona civilizada debería tener en su casa.
Pero esta ya no es su casa. Él no quiso que lo fuera. Ya no volverá a dormir en el sillón, a sentarse a tomar café o una cerveza, a practicar pasos de swing sobre la duela, o a ayudar con algo que haya que hacer en la comida.
Le abriste las puertas de tu casa y se la ofreciste como parte de todo lo que tenías. Recuerdas su fiesta de cumpleaños, los pasos de baile sobre la duela, hacer el amor sobre el sillón (el estúpido sillón), silenciosamente. Recuerdas la única vez que durmió en tu cama, con las cortinas corridas y la luz cayendo sobre ambos, hasta que llegó la mañana y tú no querías salir nunca de allí.
Lo mismo pasaba cuando estabas en la suya.
Excepto para lavarte los dientes, y poder besarlo.
Regresarle el cepillo es sólo una ceremonia más. Te preguntas qué puede decir eso: ¿ya no eres bienvenido en mi casa? ¿ya no habrá una segunda oportunidad? ¿déjame en paz y llévate todo de ti?
Cortar de tajo no es agradable, pero es necesario y lo sabes.
¿Para qué quieres su cepillo de dientes? ¿qué va a hacer ahí en tu baño?
Él no volverá a usarlo allí.
Inevitablemente te preguntas ¿qué hará él con tu cepillo de dientes?
¿A caso importa?
Él te echó de su casa. Un día decidió que ya no quería compartir su cama, su chambrita, su mesa, su jardín, su familia.
¿Qué hace un cepillo de dientes para ti en su casa todavía?
Para cuando te das cuenta, todas las preguntas han pasado por tu cabeza, sin respuesta alguna, pero el cepillo de dientes ya está en el mismo bolsillo del chaleco que sus calcetines.
No lo haces para herirlo, o por una mala razón. Es cuestión de practicidad: no tiene ninguna utilidad aquí, en tu baño. Podría aprovecharlo para otro lugar.
Otra casa.
Para besar a alguien más con los dientes limpios.
La ceremonia del adiós está llena de actos simbólicos. Algunos no requieren de explicaciones, y otros son demasiados personales como para que el otro los entienda. Dejando de lado la lógica y la consideración - que, maldita sea, aún le tienes -, sabes que entregarle su cepillo de dientes quiere decir algo.
(¿Adiós? y cuida esa sonrisa).
Pero allí estaba ese estúpido cepillo de dientes: haciéndole la vida difícil, guardado en su bolsa de maquillaje, resguardado en el baño.
Tenía muy claro cómo juntar sus calcetines, los lentes de sol, el chaleco que le había prestado e incluso un porta-vasos que le había traído de Irlanda. Todo estaba ya en un mismo lugar, listo para ser devuelto a su dueño.
Aún no tiro tu cepillo de dientes.
Nudo en la garganta, nudos en el estómagos. Nudos en la cabeza.
Yo tampoco.
Hay algo muy curioso en esos objetos que dejamos ocupen un lugar en nuestra vida. Un cepillo de dientes representa todas las noches en que se quedó contigo, en que te quedaste con él. También era parte de una ceremonia: porque te lavabas los dientes antes de darle el beso de los buenos días. Era azul, uno de tus colores favoritos, y pensaste en recuperarlo - pedírselo de vuelta - porque era un buen cepillo, y podías aprovecharlo para otro lugar.
Vas a buscar su cepillo de dientes - que es verde - al baño, y de pronto caen sobre ti todos los recuerdos, toda la nostalgia, ambos inmisericordes. Despiadados, no dejan de darte punzadas y retortijones en el estómago y el corazón.
Una mañana te levantaste a buscarlo en el sillón donde solía dormir cuando se quedaba aquí: pero él no estaba. Te acostaste a llorar su ausencia, la falta de sus brazos, en los que llegaste a refugiarte los últimos días, cuando empezó a quedarse un poco más. Hasta que fueras a acostarte un ratito con él.
Es muy difícil hacerse a la idea de que no volverás a dormir con alguien. Puede que para ti sea lo más complicado de aceptar.
Aquí está el cepillo de dientes. Lo miras. Podrías tirarlo a la basura - lo cual parece muy violento -, utilizarlo para limpiar otras cosas. Pero no parece muy justo. Sacarlo de su contexto no parece lo más correcto ni lo más lógico.
Es como si ese cepillo de dientes tuviera un pedacito de él: uno mucho más grande y significativo que los lentes de sol, el chaleco o los calcetines. Todo eso era prestado.
El cepillo representa una esperanza, un lugar, una espera. Una posibilidad.
El cepillo de dientes es casi una parte de él: a la que le abriste las puertas de tu casa, de tu cuarto, para dejarlo escabullirse entre tus sábanas, entre tus piernas, y - a la larga - en tu mente y tu corazón. Le diste un cepillo de dientes como parte de las comodidades que cualquier persona civilizada debería tener en su casa.
Pero esta ya no es su casa. Él no quiso que lo fuera. Ya no volverá a dormir en el sillón, a sentarse a tomar café o una cerveza, a practicar pasos de swing sobre la duela, o a ayudar con algo que haya que hacer en la comida.
Le abriste las puertas de tu casa y se la ofreciste como parte de todo lo que tenías. Recuerdas su fiesta de cumpleaños, los pasos de baile sobre la duela, hacer el amor sobre el sillón (el estúpido sillón), silenciosamente. Recuerdas la única vez que durmió en tu cama, con las cortinas corridas y la luz cayendo sobre ambos, hasta que llegó la mañana y tú no querías salir nunca de allí.
Lo mismo pasaba cuando estabas en la suya.
Excepto para lavarte los dientes, y poder besarlo.
Regresarle el cepillo es sólo una ceremonia más. Te preguntas qué puede decir eso: ¿ya no eres bienvenido en mi casa? ¿ya no habrá una segunda oportunidad? ¿déjame en paz y llévate todo de ti?
Cortar de tajo no es agradable, pero es necesario y lo sabes.
¿Para qué quieres su cepillo de dientes? ¿qué va a hacer ahí en tu baño?
Él no volverá a usarlo allí.
Inevitablemente te preguntas ¿qué hará él con tu cepillo de dientes?
¿A caso importa?
Él te echó de su casa. Un día decidió que ya no quería compartir su cama, su chambrita, su mesa, su jardín, su familia.
¿Qué hace un cepillo de dientes para ti en su casa todavía?
Para cuando te das cuenta, todas las preguntas han pasado por tu cabeza, sin respuesta alguna, pero el cepillo de dientes ya está en el mismo bolsillo del chaleco que sus calcetines.
No lo haces para herirlo, o por una mala razón. Es cuestión de practicidad: no tiene ninguna utilidad aquí, en tu baño. Podría aprovecharlo para otro lugar.
Otra casa.
Para besar a alguien más con los dientes limpios.
La ceremonia del adiós está llena de actos simbólicos. Algunos no requieren de explicaciones, y otros son demasiados personales como para que el otro los entienda. Dejando de lado la lógica y la consideración - que, maldita sea, aún le tienes -, sabes que entregarle su cepillo de dientes quiere decir algo.
(¿Adiós? y cuida esa sonrisa).
Variables Complejas
Cantamos o nos callamos,
Lánzame los platos baby,
Nuestros cuentos,
Srita. Entropía,
Sunday Morning
jueves, 21 de enero de 2016
¿Por qué estás tan triste Mariquita?
Pero Mariquita no lo sabe.
Se encontró con una esquina y entonces decidió subirse a un árbol. Pero a medida que iba subiendo al árbol, reconociendo pájaros y nubes, ansiosa por ver las estrellas, el cuervo aleteaba a su alrededor y le decía Me llevaré los meteoros y la caída del mundo; me llevaré al coronel Brandon y tú sensatez. Me llevaré los dibujos y la nobleza de los actos, me llevaré el "Mito" y las acuarelas.
Y quiso caer, caer. Hasta dar con el suelo.
Pero el problema no es caer. El problema empieza con el aterrizaje.
Mariquita sabe que está triste porque se va acomodando en su interior un espacio vacío: se ha ido adueñando de ciertos colores y de ciertos pájaros, de gestos familiares y palabras de alivio para su corazón enmarañado. Sabe que está triste porque nadie volverá a dibujarle erizos cuando diga que desea tener uno. Está triste porque sabe que ésta muerte no fue en vano, que fue por algo mucho más grande. Y que, al final, el amor siempre triunfa sobre todas las cosas.
Mariquita está triste porque ésta ausencia la ha orillado a un punto vulnerable. Se esconde debajo de las cobijas, en alguna parte del bosque, en el pasto del museo de arte moderno; en las escaleras de Bellas Artes y en una esquina de la tina. Se esconde porque sabe que no le da miedo caer, no le da miedo brincar.
No le daría miedo si no hubiese lugar alguno donde caer.
Mariquita está triste porque todo tiene que ser amor o muerte. Pero la niña que hay dentro de ella - esa de las rodillas descalza, los pies raspados, el cabello corto, los ojos cerrados y los brazos extendidos -, ha demostrado ser siempre más terca que cualquier otra cosa.
Se siente triste porque sabe que, en ese lugar donde ella se esconde, está total y completamente sola.
Cuando regrese, pregúntenle si pudo ver la luna. Pregúntenle si encontró al lobo que prometió iba a cuidar de ella, en el cielo, o en la tierra.
[Cuando regrese, habrá una que otra cosa que arreglar]
*Ilustración: Chiara Bautista
Variables Complejas
Srita. Entropía,
Tanathos,
Variable compleja
martes, 5 de enero de 2016
(Buenas noches) dijo la señorita pájaro
Volví a soñar con T.
Ésta vez no llovía. Había un ruido de fondo, pero no puedo recordar qué era exactamente,
Su contorno estaba borroso, porque yo no traía lentes. De mis recuerdos surgió la coherencia y fui llenando poco a poco el rompecabezas de su piel, Lo primero que vi fue su cabello, negro como el ala de un cuervo. Lo último, fueron sus ojos, hondos como el espacio.
Nos mirábamos. Eso si logré distinguirlo.
Todo fue en cuestión de un segundo.
De pronto se me ocurrió ver sus manos, que estaba extendidas.
En ellas estaba mi corazón. Lo escuché palpitar, enredado en hilos de colores. La sangre que caía al suelo se volvía pulsos de luz.
En mi interior, ahora vacío, el pájaro de mi alma retozaba por el hueco de mi pecho. Su canto sonaba como el mar.
[Me desperté. En algún lado empezó la lluvia, pero no en éste mundo. No afuera de mi balcón.
Fear is wisdom in the face of danger. It is nothing to be ashamed of.]
*Imagen: Chiara Bautista.
Variables Complejas
Los años pasan,
Srita. Entropía,
Tanathos
martes, 25 de agosto de 2015
Losdías
...Ya vendrán días mejores.
Pero no vino ni el cartero.
Él la miró, allí, tendida en el suelo. Le dio un último vistazo al nudo que le había hecho en su cuerda floja y se fue. Para siempre. Aunque ya tenía tiempo que se había ido.
Ella se quedó allí, enredándose las ideas y las emociones, invocándolo en sus sueños, por no dejarlo ir. Se sentó en el lugar de la espera, atemorizada, desecha. Lo persiguió en su mente durante mucho mucho tiempo.
Hasta que un día, tampoco vino la primavera.
Así que, salió a buscar. Flores, una palabra, agua. La luz y el espectro de la esperanza. Se quedó con aquel reflejo de silbar como pájaro, algunos gestos de sus manos y uno que otro chiste personal que la hacía sonreír en secreto de vez en cuando.
Pero no vino ni el cartero.
Él la miró, allí, tendida en el suelo. Le dio un último vistazo al nudo que le había hecho en su cuerda floja y se fue. Para siempre. Aunque ya tenía tiempo que se había ido.
Ella se quedó allí, enredándose las ideas y las emociones, invocándolo en sus sueños, por no dejarlo ir. Se sentó en el lugar de la espera, atemorizada, desecha. Lo persiguió en su mente durante mucho mucho tiempo.
Hasta que un día, tampoco vino la primavera.
Así que, salió a buscar. Flores, una palabra, agua. La luz y el espectro de la esperanza. Se quedó con aquel reflejo de silbar como pájaro, algunos gestos de sus manos y uno que otro chiste personal que la hacía sonreír en secreto de vez en cuando.
Variables Complejas
Los años pasan,
Srita. Entropía,
Tanathos
miércoles, 6 de mayo de 2015
Término_4
En el servicio social aprendí que las cosas más hermosas de la vida son las que llegan justo cuando menos lo esperas: lo que menos esperas. Y sin embargo, también aprendí que son las más difíciles de conservar.
Pero vale la pena luchar por ellas.
En el Laboratorio de Sensores Ópticos y eléctricos, calibré la luz de mi alma de acuerdo a la normalización de la risa y las lágrimas, del ensayo y el error. Fue en el Departamento de Instrumentación y Medición que descubrí que las decisiones más difíciles no tienen nada que ver con lo correcto o lo incorrecto, y que nunca estuve, ni tuve por qué, estar sola al momento de tomarlas.
En el Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico, le hallé sentido a la ablación de mi alma. Le encontré pies y cabeza al amor, a la solidaridad, al atajo y las desviaciones, a los fracasos y los triunfos. Mis oídos se acostumbraron al sonido de los plasmas, a sus delgadas líneas espectrales, al traqueteo del láser, a la máquina de café y los instantes a solas robados antes de medio día.
El servicio social me dejó una familia: padre, hermanas y hermano. Me dejó más de una rajada en el corazón también, más de una neurona confundida y raspones en las rodillas.
En el servicio social aprendí que la ciencia no es el mundo perfecto que yo imaginaba, pero tampoco tendría por qué serlo. Aprendí que aquellos a quienes más admiramos son los que a veces pueden decepcionarnos más. Aprendí de forma dura que sigo siendo muy joven, que hay demasiado romanticismo en mí.
Sin embargo, sigo creyendo en todas y cada una de las cosas en la que creía antes de llegar.
Con la llave del laboratorio, se me dió la oportunidad de crecer, de experimentar más allá de la mesa óptica y las gráficas de Origin. La vida es una prueba que no se repite, hay que meter la pata muchas veces y es probable que haya cosas que no aprenderé jamás. Procuré cuidar las muestras y las mediciones tanto como mis relaciones. Pero, en el camino rompí una lente y mi corazón. Gajes del oficio. Hay que optimizar parámetros: recalibrar para que las cosas mejoren. Ese laboratorio sigue siendo mi hogar, el refugio al que siempre puedo regresar. Aunque siempre esté helado y las uñas de me pongan moradas, nunca me sentí tan segura como entre esas paredes. Sin embargo, no tengo un deseo más fuerte que escapar de él. Aún extrañando el olor a lluvia del pasillo, huir de ese lugar fue quizás lo mejor que me pudo haber sucedido.
En el servicio social me acostumbré a las onomatopeyas de Abigail, a su desorganización y su radiante sonrisa; me encapriché con los chinos de Estrella, pero me enamoré con los de Jesús. Le encajé a mis días la rutina de desajustárselos a ambos para estudiar su constante de elasticidad, sus parámetros de restitución. Me divertí en las esporádicas veces que estuvo también Ángela. Me resigné a extrañar a Roberto y a que es posible que las cosas entre Martín y yo nunca vuelvan a ser iguales. Me acostumbré a las tardes de café y los almuerzos en el cubículo, también a los fríos silencios y a la calidez de saberme esperada; a bajar la silla de Jesús, a mirar fijamente a Estrella, a bombardear con preguntas a Abigail.
En el servicio social aprendí sobre espectroscopía con plasmas, aprendí a soldar, a normalizar y hacer ajustes de lorentzianas; aprendí lo que pueden decir la media y la desviación estándar; aprendí sobre los exámenes profesionales y los experimentos con doble pulso. Aprendí sobre ionización, creación de cortos circuitos, organización de datos y aprendí sobre lo que dicen las gráficas.
Pero también aprendí a ser feliz con quien soy. Encontré los rastros de la dispersión de la luz en mi porque otros la encontraron, y decidí quedarme con eso. Aprendí a dejarme llevar y ser feliz por ser feliz. Pero también aprendí que debo optimizar los parámetros de intensidad. Aprendí a esperar, pero también a no esperar. Aunque eso último es una lección que todavía no termino de asimilar.
Al terminar el servicio social, me he vuelto enemiga de la academia, de los rangos del SNI, del CONACYT y de los trámites burocráticos. Reflexionando, sé la clase de científica que quiero ser. Pero también sé la clase de científica, la clase de persona, que jamás me permitiría ser, que espero nunca llegar a convertirme.
Pero, no me dejan poner todo eso en el reporte.
[Por último, quiero agradecer al Dr. Sobral, por haberme dado un camino, pero también la oportunidad de dibujar un atajo. Por haberme querido ante todo, por haberme hecho el mejor regalo que pude tener en la carrera que escogí; a la física Trujillo, por dejarme ser parte de su investigación, y de su vida. Por ser una amiga y una guía, mi modelo a seguir, mi inspiración para ser mejor. Por estar presente en ésta aventura de crecer como científica y como persona; a la maestra Terán, por su apoyo e infinita solidaridad, por no haberme juzgado nunca, y por haberme dejado acercarme, aunque fuera poco, irrumpiendo de poco en poco en su espacio personal; al maestro Rangel, simplemente por haber dicho "deja que la Majo del futuro se preocupe por eso", por los buenos ratos en que dejamos que el mundo se fuera y por su inmensa generosidad ]
Pero vale la pena luchar por ellas.
En el Laboratorio de Sensores Ópticos y eléctricos, calibré la luz de mi alma de acuerdo a la normalización de la risa y las lágrimas, del ensayo y el error. Fue en el Departamento de Instrumentación y Medición que descubrí que las decisiones más difíciles no tienen nada que ver con lo correcto o lo incorrecto, y que nunca estuve, ni tuve por qué, estar sola al momento de tomarlas.
En el Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico, le hallé sentido a la ablación de mi alma. Le encontré pies y cabeza al amor, a la solidaridad, al atajo y las desviaciones, a los fracasos y los triunfos. Mis oídos se acostumbraron al sonido de los plasmas, a sus delgadas líneas espectrales, al traqueteo del láser, a la máquina de café y los instantes a solas robados antes de medio día.
El servicio social me dejó una familia: padre, hermanas y hermano. Me dejó más de una rajada en el corazón también, más de una neurona confundida y raspones en las rodillas.
En el servicio social aprendí que la ciencia no es el mundo perfecto que yo imaginaba, pero tampoco tendría por qué serlo. Aprendí que aquellos a quienes más admiramos son los que a veces pueden decepcionarnos más. Aprendí de forma dura que sigo siendo muy joven, que hay demasiado romanticismo en mí.
Sin embargo, sigo creyendo en todas y cada una de las cosas en la que creía antes de llegar.
Con la llave del laboratorio, se me dió la oportunidad de crecer, de experimentar más allá de la mesa óptica y las gráficas de Origin. La vida es una prueba que no se repite, hay que meter la pata muchas veces y es probable que haya cosas que no aprenderé jamás. Procuré cuidar las muestras y las mediciones tanto como mis relaciones. Pero, en el camino rompí una lente y mi corazón. Gajes del oficio. Hay que optimizar parámetros: recalibrar para que las cosas mejoren. Ese laboratorio sigue siendo mi hogar, el refugio al que siempre puedo regresar. Aunque siempre esté helado y las uñas de me pongan moradas, nunca me sentí tan segura como entre esas paredes. Sin embargo, no tengo un deseo más fuerte que escapar de él. Aún extrañando el olor a lluvia del pasillo, huir de ese lugar fue quizás lo mejor que me pudo haber sucedido.
En el servicio social me acostumbré a las onomatopeyas de Abigail, a su desorganización y su radiante sonrisa; me encapriché con los chinos de Estrella, pero me enamoré con los de Jesús. Le encajé a mis días la rutina de desajustárselos a ambos para estudiar su constante de elasticidad, sus parámetros de restitución. Me divertí en las esporádicas veces que estuvo también Ángela. Me resigné a extrañar a Roberto y a que es posible que las cosas entre Martín y yo nunca vuelvan a ser iguales. Me acostumbré a las tardes de café y los almuerzos en el cubículo, también a los fríos silencios y a la calidez de saberme esperada; a bajar la silla de Jesús, a mirar fijamente a Estrella, a bombardear con preguntas a Abigail.
En el servicio social aprendí sobre espectroscopía con plasmas, aprendí a soldar, a normalizar y hacer ajustes de lorentzianas; aprendí lo que pueden decir la media y la desviación estándar; aprendí sobre los exámenes profesionales y los experimentos con doble pulso. Aprendí sobre ionización, creación de cortos circuitos, organización de datos y aprendí sobre lo que dicen las gráficas.
Pero también aprendí a ser feliz con quien soy. Encontré los rastros de la dispersión de la luz en mi porque otros la encontraron, y decidí quedarme con eso. Aprendí a dejarme llevar y ser feliz por ser feliz. Pero también aprendí que debo optimizar los parámetros de intensidad. Aprendí a esperar, pero también a no esperar. Aunque eso último es una lección que todavía no termino de asimilar.
Al terminar el servicio social, me he vuelto enemiga de la academia, de los rangos del SNI, del CONACYT y de los trámites burocráticos. Reflexionando, sé la clase de científica que quiero ser. Pero también sé la clase de científica, la clase de persona, que jamás me permitiría ser, que espero nunca llegar a convertirme.
Pero, no me dejan poner todo eso en el reporte.
[Por último, quiero agradecer al Dr. Sobral, por haberme dado un camino, pero también la oportunidad de dibujar un atajo. Por haberme querido ante todo, por haberme hecho el mejor regalo que pude tener en la carrera que escogí; a la física Trujillo, por dejarme ser parte de su investigación, y de su vida. Por ser una amiga y una guía, mi modelo a seguir, mi inspiración para ser mejor. Por estar presente en ésta aventura de crecer como científica y como persona; a la maestra Terán, por su apoyo e infinita solidaridad, por no haberme juzgado nunca, y por haberme dejado acercarme, aunque fuera poco, irrumpiendo de poco en poco en su espacio personal; al maestro Rangel, simplemente por haber dicho "deja que la Majo del futuro se preocupe por eso", por los buenos ratos en que dejamos que el mundo se fuera y por su inmensa generosidad ]
Variables Complejas
Nosotros los físicos,
Srita. Entropía
domingo, 12 de abril de 2015
Big girls cry
Soy la niña que Tristán dejó bailando en un cuarto, incompleta, despintada. Con las rodillas raspadas y el cabello todavía largo.
Soy la adolescente que Alexei dejó creyendo que el amor era más fuerte que cualquiera otra cosa. Que la libertad de amar no es menos sagrada que la de pensar. Me dejó siendo plena luz encontrándole sentido a las rotaciones que eventualmente me llevarían a un estado definitivo y absoluto de polarización. Me dejó en el espantoso camino de crecer, luchando contra mi misma y los demás, queriendo incendiar mi alma y detener el mundo para bajarme.
Soy la mujer que Argel sujetó con todas sus fuerzas para mantener sus pedazos unidos. Rescató mi risa del fondo de mis escombros. Esperanzada, madreada, absolutamente decepcionada. Me ayudó a volver a subir a mi cuerda floja para salir adelante.
Soy la mujer que encontró en el swing la forma de improvisar en tiempos y situaciones atroces. Que se encontró a sí misma y a todo lo que le importa en sus triple-step.
Soy la mujer que se enamora de los hombres que la hacen reír porque mi hermano - el primer amor de mi vida - siempre lo hace.
Tengo el corazón roto. Rotorotorotoroto. He estado intentando parcharlo de todas las maneras posibles, algunas menos adecuadas que otras. Pero, estando allí parada, o corriendo como loca, desesperada por ser amada una vez más, por que alguien se deje amar por mí, me di cuenta de que quizás - probable, seguramente - no estoy lista. Perdí mi corazón, o mi corazón perdió su casa. El ansia fiera en mi manera de querer no es tolerable para otras personas. La mayoría de los hombres le tienen miedo a la intensidad de mi entrega, a la pasión que pongo en cada acción, en cada palabra. Pero yo no tengo miedo a entregar, pedazo a pedazo, todo lo que soy, todo lo que tengo. Y no tenerlo miedo a eso es, a la vez, maravilloso y terriblemente peligroso. No tengo miedo a correr, a saltar, a arriesgarlo absolutamente todo.
Y es que, nadie me dijo que cuando el amor se acaba es como morir. Todavía no he terminado de morirme. Lo supe el otro día en que tuve un sueño. Yo corría por toda la facultad, buscando a C. Lo escuchaba tocar la guitarra, por allí, en alguna parte. En el camino me encontraba la caja de gises de colores que le di, un pedazo de su mechón blanco. El sueño era en blanco y negro. Pero también encontré el timbre de mi bicicleta que le di a A., el llavero de pajarito que le regalé a A., sobres de té vacíos, la edición de cien años de soledad que le di a F; perritos de papel que también le di a A. A medida que seguía hallando cosas, algo se iba deshaciendo dentro de mí, como desarmándose. Todos los espacios vacíos en mi interior vibraron, encontrando frecuencias de resonancia.
Dejé de escuchar. Me desperté, dentro del sueño, y estiré la mano hacia el otro lado de la cama. Sólo encontré una hoja de papel.
Me desperté. El agujero negro dentro de mí se hizo enorme y todo el universo tembló. Jamás me sentí tan totalmente desesperanzada, destrozada.
En la primera sesión del taller de creación literaria el profesor me preguntó qué escribía. Todos se rieron cuando dije que, en los últimos años, mi producción literaria se ha visto reducida, en mayor medida, a cartas de amor.
Gran parte de la vida se me ha ido en ellas. No debo , no puedo, seguir entregando pedazos de mí así, intervalos de mi alma y mi corazón. Aunque la nostalgia por el amor (por ser amada, por amar a alguien) me devore, hay una carta que no he escrito y debo escribir. No puedo retrasarlo por más tiempo. El abismo ha mirado dentro de mí y, pese a haber encontrado tanta luz, sabe que está en peligro de extinguirse.
El dolor ha podido conmigo. Me ha gastado, debilitado. Se ha comido tiritas de mi esperanza y mi seguridad. Sin embargo, me siento más valiente que nunca. Ahora comprendo el valor de cuidar a los demás. Pero tengo miedo de no entender que, así mismo, debo cuidarme a mi misma.
Piensa en ti dijo M. El mundo giró para el otro lado y me caí de la cuerda.
Eso es algo que hace tiempo no hago.
Porque estuve demasiado preocupada por que el corazón de A no se rompiera; porque Alex no se sintiera solo, por que se supiera querido; porque J. dibujara y se atreviera a querer otra vez; por que C. estuviera bien; por que A. se supiera amado, y no tuviera miedo de abrir su conchita no para los demás, si no para sí mismo.
Pero no me preocupé por mi espectrómetro, por mi telescopio, por mi greca de plata, mis ganas de escribir cuentos sobre ecos fotónicos y elezetómetros. Perdí de vista que siempre quise irme a estudiar a Alemania o a Inglaterra, que mi amor por la física es más grande que cualquier otra cosa.
Perdí a la niña del cabello largo que se hacía trenzas, pero no para evitar que la tristeza se la fuera a la cabeza. Perdí a la adolescente que se sentía más segura que nadie en el universo. Perdí a la mujer que corrió descalza por Miguel Ángel de Quevedo, que se sentaba afuera de las escaleras del instituo de matemáticas a esperar, que salía corriendo a la mitad de las clases para sorprender; que intentó bailar y soltarse por dar algo que no tenía. Pero también a la mujer que baila, que escribe, que trabaja, que estudia, que cocina, que se entrega.
Algo se está muriendo dentro de mí. No quiero dejarlo morir, pero es la ley de la selva. Morir también es ley de vida.
Mi corazón va a sanar. Pero el proceso va a ser mucho más doloroso y difícil de lo que pensé en un principio.
Y yo, que soy una chica grande, lloro. Lloro por esa muerte, que no esperaba sentir. Lloro por la parte del hilito de mi vida que se quedó hecha un nudo. Lloro mi duelo por la Majo que va a morir.
Las chicas grandes, y valientes, lloramos hasta que se nos deshacen los nudos en la garganta. Hasta que, paradojicamente, recuperamos fuerza de la deshidratación. Recuperamos calma y serenidad.
Yo no soy fuerte. Soy una chica grande que llora. No necesito ser fuerte.
Seré valiente. Y nada más.
Variables Complejas
Lánzame los platos baby,
Srita. Entropía,
Sunday Morning
viernes, 23 de enero de 2015
M.
Gracias por lo último. Me despegué del suelo unos segundos.
Ella trae un vestido de pajaritos, las piernas y el corazón al descubierto, sus botas rojas y un collar roto. En el trayecto, es probable que sus dedos hayan encontrado las cicatrices de sus rodillas.
Ella detiene el mundo unos segundos. Lo mira a los ojos, le aparta el cabello de la cara. Dejan de escuchar el tráfico de las calles, el zumbido de los mosquitos que los obligaron a levantarse del pasto más temprano, por la tarde. El sonido del mundo y las frecuencias de la vida se van apagando, desvaneciéndose, mientras todo lo que hay es la fricción entre sus dedos. El electromagnetismo es la fuerza más elemental del universo.
Llevan años mirándose en silencio, adivinándose, contándose historias sobre sus ojos y sus manos, sobre sus anhelos y esperanzas. Sobre sus miedos, sus manías, sus obsesiones.
M. no tiene mucho que ofrecer, pero lo daría todo. Lo perdería todo, como siempre, como nunca.
Tantos años después, y parece que el tiempo realmente no ha pasado, se encuentran. Van a volar como pájaros, aunque nunca antes lo había pensado. Ya se les secaron las lágrimas, se les profundizaron heridas. Ella es agua, una tormenta. Ecos y oleaje, espuma y acantilados. Él es un incendio, cenizas y plasmas, ablación. La ecuación de difusión de su calor lo llena todo.
Ya tienen tardes robadas al futuro, planean instantes y mapas de la carretera, de los itinerarios, de sus fantasmas y sus risas. Develan los días por venir, asumiendo que los escudriñarán juntos.
(Nos queda hacer con la vida lo que queramos de ella. Sonido, ondas electromagnéticas, luz. Pulsada, continua, envolvente, evanescente.)
Variables Complejas
Lánzame los platos baby,
Nosotros los físicos,
Srita. Entropía
miércoles, 21 de enero de 2015
Atajo
De pronto, me dieron ganas de correr. Salir corriendo. Dejarlo todo. Abandonar.
Huir.
Sentada en la orilla de una silla, sentí que no pertenecía a ese lugar. Sentí que no pertenecía a ninguna parte.
(Quizás, solamente, a un hueco entre el oleaje, que perdí hace un año).
Miré a la incertidumbre a los ojos. Me hizo una pregunta muy sencilla: la más difícil de contestar.
Empecé el año con rasgaduras mal cosidas. Mi corazón continúa roto, aunque ya no lo sienta con la misma intensidad.
Empecé el año sumergida en la negación. Ahogándome en un vaso de agua.
El miedo terminó de agrietarme la esperanza. Todo se vuelve oscuro.
Pero, ahora, he encontrado a alguien que va a cuidar de la luz que hay en mí.
Confío ciegamente en él. Por que me dio algo de qué sujetarme, algo con qué sostenerme.
Algo mío.
Este será mi último año de la carrera. Nunca he tenido tanto miedo, pero tampoco tantas ganas, tantas ilusiones, tanta entrega.
Este será el año que voy a entregarme. A mi misma, a mis pasiones, a mis miedos, a mis emociones, a mi valentía.
A mis ganas de vivir, de llorar, de fracasar, de intentar, de lograr, de morir, de amar, de perder, de detener, de encontrar, de detonar, de romper, de reparar.
Escucho los ecos de las tormentas en mí. Nadie alcanza a ver los relámpagos, y quizás tampoco a escuchar las olas. Sospecho que todavía no estoy lista para dejar que alguien se asome desde el acantilado de mi alma, por mucho que quiera convencerme de que sí.
Hay tantos mapas en mí, pero me siento perdida.
Y sin embargo, aquí hay un atajo que no imaginé. Uno que dibujaron para mí. Tal vez sólo deba decidirme a recorrerlo.
Es momento de ser tan valiente como siempre he dicho que soy.
Huir.
Sentada en la orilla de una silla, sentí que no pertenecía a ese lugar. Sentí que no pertenecía a ninguna parte.
(Quizás, solamente, a un hueco entre el oleaje, que perdí hace un año).
Miré a la incertidumbre a los ojos. Me hizo una pregunta muy sencilla: la más difícil de contestar.
Empecé el año con rasgaduras mal cosidas. Mi corazón continúa roto, aunque ya no lo sienta con la misma intensidad.
Empecé el año sumergida en la negación. Ahogándome en un vaso de agua.
El miedo terminó de agrietarme la esperanza. Todo se vuelve oscuro.
Pero, ahora, he encontrado a alguien que va a cuidar de la luz que hay en mí.
Confío ciegamente en él. Por que me dio algo de qué sujetarme, algo con qué sostenerme.
Algo mío.
Este será mi último año de la carrera. Nunca he tenido tanto miedo, pero tampoco tantas ganas, tantas ilusiones, tanta entrega.
Este será el año que voy a entregarme. A mi misma, a mis pasiones, a mis miedos, a mis emociones, a mi valentía.
A mis ganas de vivir, de llorar, de fracasar, de intentar, de lograr, de morir, de amar, de perder, de detener, de encontrar, de detonar, de romper, de reparar.
Escucho los ecos de las tormentas en mí. Nadie alcanza a ver los relámpagos, y quizás tampoco a escuchar las olas. Sospecho que todavía no estoy lista para dejar que alguien se asome desde el acantilado de mi alma, por mucho que quiera convencerme de que sí.
Hay tantos mapas en mí, pero me siento perdida.
Y sin embargo, aquí hay un atajo que no imaginé. Uno que dibujaron para mí. Tal vez sólo deba decidirme a recorrerlo.
Es momento de ser tan valiente como siempre he dicho que soy.
Variables Complejas
Lánzame los platos baby,
Srita. Entropía
jueves, 4 de diciembre de 2014
No one.
Llevaba puesto mi vestido blanco y andaba descalza sobre el pasto. Era tarde y hacía frío, por eso llevaba también mi abrigo verde. Caminé en círculos sobre el pasto, hasta que llegaste. Me acerqué a ti y dijiste "no deberías andar descalza, no está haciendo calor", frunciendo el ceño, con gesto reprobatorio.
You got that medicine I need
Fame, Liquor, Love give it to me slowly
Put your hands on my waist, do it softly
Me and God, we don't get along so now I sing
"Me siento asqueado", dijiste, en el tono más despectivo que surgió de tu alma, cuando supiste que el curita sobre mi brazo era por qué había ido a donar sangre. Mi ser ardió, pero me mordí la lengua.
"No quería que regresaras a las malas técnicas".
Y aún así, me fui caminando de la mano con él. Pero no dejé de sentirme avergonzada.
You got that medicine I need
Dope, shoot it up, straight to the heart please
I don't really wanna know what's good for me
God's dead, I said 'baby that's alright with me'
A veces abro los libros para saber qué tienen dentro, si la letra no es demasiado pequeña, para saber a qué huelen, para encontrar la dedicatoria. Dijiste que eso no te parecía bien, que nunca comprarías un libro que ya estuviera abierto. Frunciste las cejas y usaste tu tono particularmente sangrón.
A veces me siento como la niña de la primaria a la que le llamaban la atención. No es que me sienta regañada. Me encojo, envolviéndome en mi propia y repentina verguenza.
"Deja que la Majo del futuro se preocupe por eso", dijiste, pasando mi cabello por detrás de mis oreja con tus dedos.
La Majo del futuro mira a la Majo del pasado: descalza, con curitas no sólo en el brazo: en las rodillas, en la cara, en el corazón; con libros desechos en las manos de tanto haber sido leídos; con el hilo de su vida lleno de nudos y jaloneos.
No one's gonna take my soul away
Y la Majo del futuro, se quita las botas. Se hace una trenza para que la tristeza no se le vaya a la mente. La Majo del futuro es esencialmente amable. Esencialmente generosa, entregada. Construye con pies y manos, cierra los ojos.
Salta.
'Fuck yeah give it to me this is heaven, what I truly
Want'
You got that medicine I need
Fame, Liquor, Love give it to me slowly
Put your hands on my waist, do it softly
Me and God, we don't get along so now I sing
"Me siento asqueado", dijiste, en el tono más despectivo que surgió de tu alma, cuando supiste que el curita sobre mi brazo era por qué había ido a donar sangre. Mi ser ardió, pero me mordí la lengua.
"No quería que regresaras a las malas técnicas".
Y aún así, me fui caminando de la mano con él. Pero no dejé de sentirme avergonzada.
You got that medicine I need
Dope, shoot it up, straight to the heart please
I don't really wanna know what's good for me
God's dead, I said 'baby that's alright with me'
A veces abro los libros para saber qué tienen dentro, si la letra no es demasiado pequeña, para saber a qué huelen, para encontrar la dedicatoria. Dijiste que eso no te parecía bien, que nunca comprarías un libro que ya estuviera abierto. Frunciste las cejas y usaste tu tono particularmente sangrón.
A veces me siento como la niña de la primaria a la que le llamaban la atención. No es que me sienta regañada. Me encojo, envolviéndome en mi propia y repentina verguenza.
"Deja que la Majo del futuro se preocupe por eso", dijiste, pasando mi cabello por detrás de mis oreja con tus dedos.
La Majo del futuro mira a la Majo del pasado: descalza, con curitas no sólo en el brazo: en las rodillas, en la cara, en el corazón; con libros desechos en las manos de tanto haber sido leídos; con el hilo de su vida lleno de nudos y jaloneos.
No one's gonna take my soul away
Y la Majo del futuro, se quita las botas. Se hace una trenza para que la tristeza no se le vaya a la mente. La Majo del futuro es esencialmente amable. Esencialmente generosa, entregada. Construye con pies y manos, cierra los ojos.
Salta.
'Fuck yeah give it to me this is heaven, what I truly
Want'
Variables Complejas
Srita. Entropía
domingo, 23 de noviembre de 2014
Pero
Ah ya... entiendo. Es para la tesis supongo.Pero por un instante, te pertenecí a ti.
Mañana me cuentas. No te preocupes demasiado. No le perteneces a nadie.
Y al juzgar por todo lo que sueño últimamente, parece que todavía es así.
Variables Complejas
Escrito en la esquina de mis apuntesde cálculo,
Lánzame los platos baby,
Srita. Entropía,
Sunday Morning
martes, 19 de agosto de 2014
jueves, 7 de agosto de 2014
El fuego me besa las manos
Adiós. Adiósadiósadiós, uno-por-uno
todos los instantes.
(fueron muchos
pero no fue una vida)
Tantas muertes
en mi ombligo, en el cuello,
en los ojos.
( pero morir no viene de la lluvia.
Entonces,
¿por qué me tiembla todo el cuerpo?)
No más estados excitados,
tú quieres otro cuerpo,
otros estados,
quieres otras frecuencias de resonancia
(pero yo soy
soy un palimpsesto. )
todos los instantes.
(fueron muchos
pero no fue una vida)
Tantas muertes
en mi ombligo, en el cuello,
en los ojos.
( pero morir no viene de la lluvia.
Entonces,
¿por qué me tiembla todo el cuerpo?)
No más estados excitados,
tú quieres otro cuerpo,
otros estados,
quieres otras frecuencias de resonancia
(pero yo soy
incendio
poema
fotónica
resonancias de octubre
océano
lluvia
soy un palimpsesto. )
Variables Complejas
Srita. Entropía
Suscribirse a:
Entradas (Atom)