domingo, 1 de junio de 2014

M.A


A él tampoco le gustan las cosquillas. Sus lunares me distraen de toda posible contradicción, de los paradigmas del universo y los axiomas de mi conciencia. No lo he podido ajustar a que quepa en una única palabra, porque todo me remite a él; al seseo que lleva entre los dientes y me hace perder cuentas, universos, funciones de onda.
Descubre la cortina de sus horrorosamente largas pestañas para mirarme: un potencial delta se forma en el pozo de mi vientre y partículas indistinguibles, que nada tienen de mariposas, me hacen cosquillas. Me gusta pensar que vibramos en la misma frecuencia, que las soluciones en nuestras fronteras son continuas. Que estamos hechos el uno para el otro.




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