lunes, 17 de septiembre de 2012

And she was gone



Hay botellas de agua por toda la casa, huellas que dejó la lluvia tras jugar al equilibrio sobre el barandal del balcón. Rastros de ceniza de cigarros indecisos que al final se apagaron, causando incendios en su pecho. Grullas de papel regadas por el suelo y las paredes, esperando que alguien les despierte el interior para salir volando por la puerta y encontrar en algún lugar del mundo más que esperanza: certeza. Lleva huracanes en el cabello y sus lunares rojos quieren suicidarse al borde de su piel, confundiéndose con puntos suspensivos. La vida ha quedado varada entre la pata de un sillón y el polvo que esconde una sandalia suya. Porque al verlo no supo si sonreír o besarlo, si gritar o rogarle, maldecirlo o huir, todo por dejar de ver aquella tristeza que la saludó desde sus ojos para darle la bienvenida a la semana. Su reloj enloquece hasta que las manecillas se detienen, rendidas, cansadas de contar historias escritas en segundos de los que ninguno de los dos sabe ya absolutamente nada. Y sólo ella tiene fe en lo que son, en lo que fueron, en lo que serán. Sus aretes hacen ruidos para hacerle creer que despierta, mientras su collar de perlas explota y deja que éstas rueden sobre el suelo, haciéndola tropezar para aterrizar de cabeza en el vórtice de sus pensamientos, ese que le da pánico mirar ahora porque todas las razones que son o pueden ser sólo hacen que sus rodillas quieran darse por vencidas. Los árboles se quedan en silencio. La tierra está caliente y las estrellas mueren más lento en alguna parte del universo. Mientras, ella combate contra el nuevo agujero negro que quiere hacerse sitio en algún lugar entre los dominios del pájaro del alma y los cajones de los recuerdos.
La gravedad regresa entonces a su cama. Ya es media noche, la luna no está llena ni menguante, sólo roja. La dinámica de las nubes se torna cualquier cosa menos deformable. Ella se sube en su cuerda floja y agita los brazos y se balancea para sentirse fuerte otra vez.
Cierra los ojos.
A veces, un salto de fe requiere de hacerse solo.

Srita. Entropía |«
[Siempre, tú señorita Puntual]

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