Yo no solía poner tanta atención a la formulación lógica y al uso del lenguaje, tal como el uso del implica o el por lo tanto, hasta que llegaste a criticar mis tareas y a ponerle un orden a mis números reales. Una cardinalidad que empieza con tu sonrisa y acaba con el silencio de la noche, todos los días.
Nunca creí entender el infinito con tanta certeza hasta que me hablaste de la sucesión que habita en tu cabeza. Muchas palabras y pensamientos, muchas estrellas y contradicciones. Me asomo en tus ojos para no encontrarle convergencia al límite de la vecindad de nuestras miradas. ¿Me explicas por qué la raíz cuadrada de un número imaginario me parece lo más racional desde que te conozco? Quizás porque la curvatura del círculo también tiene sentido cuando desordenas los espacios topológicos que hay sobre mis manos y a veces llegan hasta mis tobillos, o en mi cabello, que no conoce la decencia de un espacio vectorial: por eso nunca puedo peinarme. Por eso mis brazos se enredan en tu cuello con todo el descaro de la continuidad, la conexidad.
Es por la topología de mi nariz que puedo poner cucharas sobre ella para hacerte reír, mientras que tú puedes ir y venir en monociclo, haciendo malabares con forma de elipses, circunferencias, con el ritmo y la secuencia de la rayuela de nuestra temporada de cerezas.
Srita. Entropía ~
[Tus orejas son mi espacio métrico favorito]
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