Como cuando pierdes el par de un calcetín y no sabes dónde, o cuando olvidas por qué fuiste a la cocina. Abres el refrigerador o la alacena y la respuesta no está allí sentada, esperando ser más que obvia. Como cuando estás seguro de que el agarre de tus manos va a sostenerte de donde quiera que estés colgado y de pronto te caes: tu espalda se estrella contra el piso y sabes que tuviste miedo, por eso no sujetaste con suficiente fuerza. Por eso te ganó la gravedad.
Como cuando te late que una expresión no es solución de la ecuación de Schrödinger, o que la luz no está polarizada perpendicularmente porque el comportamiento de la intensidad no debe ser así.